domingo, 27 de abril de 2014

Los peores meses de mi vida

          Yo tan sólo me sentía sola, quería jugar a fútbol. Al jugar a aquel deporte sentía una sensación tan placentera, cómo cuando encestas una bola de papel en la papelera a la primera. O cuando estudias una semana entera y llegas al examen y sacas un 10. Mi caso es algo parecido. Cambiando estudiar por entrenar y sacar un 10 con entrar en el TFI. Pero había una pequeña pega, si señores, que soy una tía.
          Pero yo amaba el fútbol y no me iba a echar atrás a la primera, ni a la segunda, ni a la décimoquinta. Entonces se me ocurrió la gran idea. ¿Por qué no ser un tío? Imagináos, Beck Becker, sonrisa soñadora, pelo rizado y sedoso, carita de ángel y lo más importante en el fútbol. Era un tío.
          Cuando tenía mi sueño en las manos lo estrujé lo más que pude, me habían elegido cómo portero de la Selección Japonesa. ¿Qué más podía pedir? ¡Ah sí! Un equipo que le gustase el fútbol. Parece un sueño, más bien pesadilla. Pero estar en un equipo al que nadie le gustaba el deporte que practicaban, era posible. Tan sólo mi capitán, Hide Nakata y yo sentíamos eso por el fútbol, eso precisamente. Esa sensación que describía anteriormente.
          Mi equipo era tan pijo, tan insoportable, que pensé que debía parecerme a ellos para encajar. Y me convertí en una estrella. No me metían ni un gol, y los otros equipos del mundial me odiaban y envidiaban. Hasta que pasé de ser una estrella a ser un estrellado/a.
          Llegó la final del mundial, nunca la olvidaré. Ese día se quedará en mi mente para siempre. El día en que Héctor Helio me arruinó la vida. ¿Qué quién es ese? El capitán de los Pequeños Gigantes. El equipo que ganó a mi equipo, Converse. Parecía mentira que después de lo que habíamos pasado, ese era nuestro fin.

          Acabamos 10-0, ganando ellos. ¿Y a quién le echaron la culpa? Al portero, naturalmente. Pasé de ser Beck Becker a "El Portero Gafe". En un ataque de sinceridad dije que era una chica y se acabó lo que se daba. Todos se reían de mí. Pensaréis: ¿Por qué falló si era tan bueno/a?
          Os contestaré, tenía tanto miedo por no encajar con los jugadores de talla mundial que entrené 3 meses hasta desfallecer para ser la mejor, y lo conseguí, pero no mi objetivo, sino una enfermedad que limitaría mi juego. Tan limitado que ya no debería jugar. A día de hoy tengo HIPERTENSIÓN ARTERIAL y tan sólo quería jugar a fútbol siendo una chica.
Hoy os diré que la satisfacción que sentíais porque sacábais un 10 después de estudiar era falsa, porque o te habías estudiado otro tema, o te habías equivocado de profesor. Pero después de todo hay cosas que no se aprenden entrenando o estudiando.
Y son las lecciones de vida. Ese día no sólo perdí, sino que aprendí lo que era la HUMILDAD.

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